En 1975, una pequeña embarcación pesquera llamada “Ocean Wave” fue descubierta flotando frente las costas de Irlanda. Era la embarcación en la cual el artista de origen holandés Bas Jan Ader había zarpado desde las costas de Massachusetts, EE.UU. intentando cruzar el océano Atlántico hacia Inglaterra en un performance que había titulado “En busca de lo milagroso”.
Ader había explorado en su obra el tema de las fuerzas naturales imponiéndose sobre el cuerpo humano. En la primera parte de su film titulado “Brokenfalls: Geometric & organic” (1971), Ader posa de frente en un camino que se extiende hacia donde el lente de la cámara no consigue acceder, y la vegetación crece en cada uno de sus costados; un viento pesado agita los arbustos y también golpea a Ader con notoria persistencia, hasta que éste, después de balancearse por varios segundos sobre su pierna derecha, se deja vencer y cae a lado del camino. En la segunda parte del film, se observa un paisaje del campo en cuyo centro sobresale un álamo que crece al pie de un riachuelo. Se observa a Ader colgar de una de las ramas que se extienden sobre las aguas, y ahí permanece durante casi dos minutos hasta que finalmente cae. Pareciera que sus temas abundan en la misma idea: la naturaleza efímera y baladí de nuestra existencia; que a veces se confunde con la inercia del paisaje, y que, al igual que sus materiales: el agua, la tierra, el viento, la precariedad del ser humano está a disposición de fuerzas que lo superan, lo aplastan, lo transforman. El tono melancólico de la obra de Ader, lejos de invocar un carácter supersticioso y sumiso, como esperaría David Hume1, más bien lo ayudan a elevar su inquietud metafísica hasta convertirla en una mística.
Ader había explorado en su obra el tema de las fuerzas naturales imponiéndose sobre el cuerpo humano. En la primera parte de su film titulado “Brokenfalls: Geometric & organic” (1971), Ader posa de frente en un camino que se extiende hacia donde el lente de la cámara no consigue acceder, y la vegetación crece en cada uno de sus costados; un viento pesado agita los arbustos y también golpea a Ader con notoria persistencia, hasta que éste, después de balancearse por varios segundos sobre su pierna derecha, se deja vencer y cae a lado del camino. En la segunda parte del film, se observa un paisaje del campo en cuyo centro sobresale un álamo que crece al pie de un riachuelo. Se observa a Ader colgar de una de las ramas que se extienden sobre las aguas, y ahí permanece durante casi dos minutos hasta que finalmente cae. Pareciera que sus temas abundan en la misma idea: la naturaleza efímera y baladí de nuestra existencia; que a veces se confunde con la inercia del paisaje, y que, al igual que sus materiales: el agua, la tierra, el viento, la precariedad del ser humano está a disposición de fuerzas que lo superan, lo aplastan, lo transforman. El tono melancólico de la obra de Ader, lejos de invocar un carácter supersticioso y sumiso, como esperaría David Hume1, más bien lo ayudan a elevar su inquietud metafísica hasta convertirla en una mística.
Según Mircea Eliade2, los ritos iniciáticos de las sociedades primitivas simbolizan el viaje del joven hacia el estado primigenio y caótico de la creación. El rito consiste en la “muerte” del iniciado, a través de la cual puede tener acceso a los misterios de la noche cósmica, y finalmente abandonar su condición existencial profana. A veces estos ritos suponen como ofrenda un sacrifico, una mutilación quizás, con cuya sanación el iniciado vuelve al mundo de los vivos armado con nuevos conocimientos y habilidades; esto es lo que ocurre en las leyendas de incontables héroes mitológicos. En su búsqueda de lo milagroso, Ader no sólo recuerda las proezas de los grandes héroes, sino también la trivialidad de nuestra existencia profana.
¿Pero debemos los hombres abandonar nuestra condición profana? Cuando se le preguntó a Levi-Strauss3 si tenía sentido la recuperación del pensamiento mitológico en una época marcada por el dominio de la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología, su respuesta señalaba que la ciencia no sería capaz de dar respuesta a nuestras interrogantes mientras no ensanchara sus miras integrando un entendimiento cualitativo de la realidad como aquel que había proporcionado el pensamiento mitológico en otros tiempos. Si bien puede ser cierto, como dice Levi-Strauss, que la mitología puede reintegrarse a nuestra cultura moderna a través de la ciencia, todavía no sabemos cuáles serán sus resultados. ¿De qué nuevos ritos seremos partícipes? ¿Cómo seremos iniciados?
La hazaña de Ader llama la atención no sólo por su temeridad, sino por su enorme poética. El pequeño ser humano en búsqueda de signos en la inmensidad del océano, una búsqueda que resulta difícil de comprender en tiempos grises y desencantados como los nuestros. Ader parecía convencido de que al mundo no se lo podía ver de la misma manera después de una experiencia iniciática como la que emprendió en 1975. Su “búsqueda de lo milagroso” debe recordarnos que la realidad es un gran territorio inexplorado, y que nuestra gran civilización es apenas una pequeña aldea para la mente humana.
¿Pero debemos los hombres abandonar nuestra condición profana? Cuando se le preguntó a Levi-Strauss3 si tenía sentido la recuperación del pensamiento mitológico en una época marcada por el dominio de la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología, su respuesta señalaba que la ciencia no sería capaz de dar respuesta a nuestras interrogantes mientras no ensanchara sus miras integrando un entendimiento cualitativo de la realidad como aquel que había proporcionado el pensamiento mitológico en otros tiempos. Si bien puede ser cierto, como dice Levi-Strauss, que la mitología puede reintegrarse a nuestra cultura moderna a través de la ciencia, todavía no sabemos cuáles serán sus resultados. ¿De qué nuevos ritos seremos partícipes? ¿Cómo seremos iniciados?
La hazaña de Ader llama la atención no sólo por su temeridad, sino por su enorme poética. El pequeño ser humano en búsqueda de signos en la inmensidad del océano, una búsqueda que resulta difícil de comprender en tiempos grises y desencantados como los nuestros. Ader parecía convencido de que al mundo no se lo podía ver de la misma manera después de una experiencia iniciática como la que emprendió en 1975. Su “búsqueda de lo milagroso” debe recordarnos que la realidad es un gran territorio inexplorado, y que nuestra gran civilización es apenas una pequeña aldea para la mente humana.
Roberto Cruz Núñez
1 David Hume, “De la superstición y el fanatismo”.
2 Mircea Eliade, Mitos, sueños y misterios, Editorial Kairós, 2ª ed., 2005.
3 Claude Levi-Strauss, Mito y significado, Alianza Editorial, 2002.
2 Mircea Eliade, Mitos, sueños y misterios, Editorial Kairós, 2ª ed., 2005.
3 Claude Levi-Strauss, Mito y significado, Alianza Editorial, 2002.
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